domingo, 8 de abril de 2012

Soy mujer, soy puerto, soy Valparaíso



De lo simple he nacido, amiga de magos, buceadora de sueños, mimada incurable, aturdida de ilusiones, pero para ti siempre seré la misma, la que canta y gime, la de la risa y la lágrima, la que desde este mágico puerto de Valparaíso, te demanda.
Tú vendrás gaviota desde otro puerto y yo te esperaré aquí, mujer ave, pletórica de fantasías, elevándome en el espacio con el impulso de mis alas en verso, pasajera atemporal en el viaje paralelo de tu vida trazada, saldré a tu encuentro. 
vendrás desde la pampa, amplia y abierta llanura que se extiende en infinita sabana por cuatro puntos cardinales, donde la mirada es capaz de abrazar el inmenso horizonte y su línea azulada se confunde con el cielo diáfano sin una sombra de nubes en su bóveda gigantesca.
Vendrás desde el mediodía eterno, de la poderosa potencia, desde el sol del hemisferio austral, vendrás desde el polvillo arrojado como fuego sobre la tierra, como el calor arrogante que tiene al silencio por esclavo, vendrás de ese mar inmóvil e impasible, donde los objetos se perciben a gran distancia, apenas asoma algo en el horizonte, la vista lo atrapa y poco a poco su forma va esbozando. Atravesarás las quebradas, los montes y las colinas de tu pampa amada para aceptar la invitación de este puerto vigía en vigilia eterna, hechicero de corazones turbulentos, umbral surrealista del Pacifico Sur.
La brisa fresca y melodiosa viaja en funiculares entrometidos que suben y bajan de sus cerros  curioseando de reojo en los patios de las casas que se cruzan en su trayecto como si miraran hacia el mar. Los días se acicalan para la noche como las mujeres de los burdeles que se travisten de lo indescifrable e incierto, disimulando casi con ira, bajo el maquillaje espectacular, la nostalgia encarnada de promesas de los que partieron sin regresar.
Los preparativos de nuestra fiesta ya se oyen y como los tonos de un piano taciturno; cuarenta y dos cerros suspiran en una improvisada composición que danza por los palcos, por estrechas callejuelas y escaleras zigzagueantes hasta las cumbres del tedio matutino.
Sé que llegaras de noche, suelen unirnos las noches, las estrellas, la brisa de los amaneceres, llegarás con la planicie despoblada descansando en tus ojos, el inmenso desierto reinando tus pasos y el atardecer entregándose impávido a tus abrazos prolongados desde el salitre y la sal. Yo extenderé los míos con collar de caracolas, colmaré mis pechos de trincheras y rincones laberínticos, con juramentos de sensaciones impetuosas coronaré tu cabeza de hombre, pirata y corsario.
Se apronta el atardecer en la bahía subyugante, sobrecogedoras tonalidades rojas y violetas juguetean entre los botes, entre las lanchas de pesca de la albacora y los gigantescos cargueros. Desde sus orgullosos miradores casi sin proponérmelo, planeo mi vuelo hacia ti, hacia el Sol que me guiña con su último haz de fuego, ahogándose en el mar tras una promesa de libertad.
La noche engalanada destella por completo, las luces comienzan su ascensión desde el mar hacia los cerros, orfeón de candilejas saludando a las estrellas, espectáculo sobrecogedor que invita a caminar por entre faroles imaginarios. Presiento entre ellos tus ojos cristalinos, espejos certeros de mis deseos contenidos, tus manos blancas, suaves lomas nortinas, el tesón de tu frente lúcida, presiento tu pecho repleto de masculinidad probada, tus latidos febriles brotando desde tu voz dulce que despiertan pasados ímpetus, entregas y arrebatos.
Juntos haremos el recorrido del Poeta acompañados de viejos músicos exaltando clásicas sonatas, tangos y boleros. Nos conducirán por mágicos cafés y restoranes escondidos entre cerros, ostentando fachadas y caretas de un vivir lánguido y disipado. Apretadas mesas nos esperarán con envolventes y seductoras conversaciones. Sugerentes e irresistibles se presentarán exóticas la merluza y el salmón. Añosas fotografías e indiscretos afiches serán testigos de nuestro encuentro. Descoloridas películas sobrevivientes, nos incitarán amantes a viajes más intrépidos y temerarios. Para desentrañar los secretos de sus poemas, ascenderemos a su morada y allí gozaremos nuestros cuerpos, beberemos de su consagración lírica, brindaremos con vino añejo vertido entre las manos, entre las bocas, cada uno de sus versos embriagados.

Tus ojos me llevarán reina hasta el fondo de un mar de nácar puro, tus besos, uno a uno tallaran mi corona en cristal de roca, sonarán mis ríos, se confundirá nuestra sangre. Tu risa clara sacudirá las campanas del cielo, nuestro himno llenará el mundo  incendio de pasión, arrasaremos la neblina y la aurora, doblaremos la última esquina de estos cerros surcados de placeres y despedidas.
La mañana perezosa nos detendrá, nos llamara por nuestros nombres, Ya es hora, nos dirá, es hora de embarcar, entonces Farewell, dejaré tus brazos, desde tu corazón me dirá adiós un niño y yo le diré adiós.

Alicia Cecilia.           

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