viernes, 6 de abril de 2012

La batalla del amor

El amor, un campo de batalla donde mi cuerpo es atravesado por miles de espadas agresoras, donde mi imaginario se viste con las banderas de mis enemigos.
La voz del amor entona arengas revolucionarias y mis surcos sanguíneos y resecos bullen desde lo profundo.

Desde mis trincheras y socavones, he defendido incansable su escencia libre. He fundido mis armas en el fuego de opulentas imágenes eróticas para que luego, en la gesta heróica, alcanzen su máxima bravura.
Estocadas fatales han hecho trizas el escudo de mis certezas más de una vez y de muerte me han herido, pero como asta, desde el suelo me he izado elevando los trofeos conquistados. Batalla tras batalla lucho enceguecida. Mi ímpetu, ademán instintivo me alienta en cada disputa.

Me azuzan proclamas e himnos de vidas pasadas. Dulce Poesía, como un rompecabezas, se unen los trozos del mapa de mi cuerpo fracturado.

En mis acometidas no hay lugar para el miedo, el espanto, o la negación, solo caben la gallarda bravura de valientes guerreros ancestrales, que incesantes, mercenarios me demandan.
Como la más temeraria y demandante, me proyecto jabalina hacia el vértigo que produce el deseo y el rechazo. Con el fantasma del amor a cuestas, reanimado por un frenesí convulsivo, me entrego al abismo profundo sorteando la vida y la muerte.
Rito repetido e invariable por millones de años, los alacranes se anudan en una danza nupcial sellada con un beso mortal; yo también en medio del amor y el miedo he copulado.
¿Qué buscamos en esta cruzada hombres y mujeres? La respuesta me amordaza, me paraliza y me hace volver la mirada. Quizás el desafío delirante de apoderarnos de nuestros cuerpos y erigirnos jueces de nuestras propias sensaciones, o simplemente la búsqueda del goce que brinda el egoísmo morboso de la sobrevivencia sobre un otro.


Entonces, cuando el deseo ha cesado, cuando el ocaso trae la tregua y la luna hace el recuento de los cuerpos liberados en tan deliciosa embestida, yo recorro descalza el campo ensangrentado, y solo han quedado los espectros y las sombras alienadas de promesas sin cumplir, y cientos de historias de amor, yaciendo agónicas y cercenadas aún antes de vivir.


Alicia Cecilia.

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